Las causas más comunes de la afasia son las siguientes: un daño cerebral, bien por traumatismo cráneo-encefálico, bien debido a una apoplejía o ictus o una incidencia insidiosa progresiva.
Aparte de los traumatismos debidos a accidentes, una apoplejía o ictus es la causa más frecuente de la afasia. Se trata de un daño cerebral, que a su vez puede deberse a una interrupción del riego cerebral a consecuencia de una isquemia o de la ruptura de un vaso sanguíneo y el derrame correspondiente en los espacios intersticiales de las neuronas. Las neuronas mueren cuando dejan de recibir oxígeno y nutrientes a través del flujo sanguíneo o cuando existe un derrame, que impide la intercomunicación entre las mismas.
Los síntomas del ictus suelen consistir en una repentina insensibilidad o debilidad, localizada principalmente en un lado del cuerpo, confusión súbita y problemas en el habla o comprensión del lenguaje, afecciones de la visión en uno o ambos ojos, problemas de ambulación, mareo o pérdida de equilibrio y coordinación, o fuertes dolores de cabeza sin aparente razón.
La afasia primaria progresiva es un tipo de afasia con incidencia insidiosa, progresión gradual y curso prolongado, en ausencia de discapacidades cognitivas generalizadas (al menos durante un periodo de tiempo inicial substancial), debido a una condición degenerativa del cerebro. Según Mesulam, que fue el que describió este desorden por primera vez, para diagnosticar una afasia primaria progresiva tiene que existir afasia al menos durante dos años, sin que se observen otros trastornos significativos de memoria, conductuales, intelectuales o trastornos visuales.
El tipo y patrón de los trastornos de lenguaje difieren también en este caso. Al igual que en la afasia debida a lesiones traumáticas o ictus, las manifestaciones dependen de las zonas del hemisferio izquierdo que presentan un daño relativo en un momento dado. Como se trata de un desorden progresivo, las manifestaciones pueden cambiar durante el transcurso de la enfermedad. El trastorno de lenguaje inicial puede ser una afasia tipo Wernicke, es decir fluida con problemas de comprensión o también de tipo Broca, es decir con problemas de producción del habla.
La edad media de inicio son los 60 años. La mayoría de personas con afasia primaria progresiva tienen edades entre 40 y 80 años. Existe el doble de hombres que de mujeres con esta afección.
El pronóstico es mejor en aquellos casos en los que la afasia es la única manifestación durante un tiempo prolongado. Actualmente la causa no se conoce.
La o las lesiones que provocan afasia aunque localizadas en el cerebro afectan de hecho al conjunto de la persona. Una secuela frecuente suele ser una parálisis completa de un lado del cuerpo, llamada hemiplejía o una incapacidad relacionada menos grave, la hemiparesia, que consiste en espasmos y debilidad de un lado del cuerpo. Las lesiones pueden causar problemas en las funciones siguientes: habla, pensamiento, atención, memoria, aprendizaje, control emocional y capacidad de toma de decisiones. Asimismo los pacientes pueden tener sensaciones extrañas en los miembros, así como dolor que puede empeorar con el movimiento y el cambio de temperatura, en especial con temperaturas bajas.
Aparte de los traumatismos debidos a accidentes, una apoplejía o ictus es la causa más frecuente de la afasia. Se trata de un daño cerebral, que a su vez puede deberse a una interrupción del riego cerebral a consecuencia de una isquemia o de la ruptura de un vaso sanguíneo y el derrame correspondiente en los espacios intersticiales de las neuronas. Las neuronas mueren cuando dejan de recibir oxígeno y nutrientes a través del flujo sanguíneo o cuando existe un derrame, que impide la intercomunicación entre las mismas.
Los síntomas del ictus suelen consistir en una repentina insensibilidad o debilidad, localizada principalmente en un lado del cuerpo, confusión súbita y problemas en el habla o comprensión del lenguaje, afecciones de la visión en uno o ambos ojos, problemas de ambulación, mareo o pérdida de equilibrio y coordinación, o fuertes dolores de cabeza sin aparente razón.
La afasia primaria progresiva es un tipo de afasia con incidencia insidiosa, progresión gradual y curso prolongado, en ausencia de discapacidades cognitivas generalizadas (al menos durante un periodo de tiempo inicial substancial), debido a una condición degenerativa del cerebro. Según Mesulam, que fue el que describió este desorden por primera vez, para diagnosticar una afasia primaria progresiva tiene que existir afasia al menos durante dos años, sin que se observen otros trastornos significativos de memoria, conductuales, intelectuales o trastornos visuales.
El tipo y patrón de los trastornos de lenguaje difieren también en este caso. Al igual que en la afasia debida a lesiones traumáticas o ictus, las manifestaciones dependen de las zonas del hemisferio izquierdo que presentan un daño relativo en un momento dado. Como se trata de un desorden progresivo, las manifestaciones pueden cambiar durante el transcurso de la enfermedad. El trastorno de lenguaje inicial puede ser una afasia tipo Wernicke, es decir fluida con problemas de comprensión o también de tipo Broca, es decir con problemas de producción del habla.
La edad media de inicio son los 60 años. La mayoría de personas con afasia primaria progresiva tienen edades entre 40 y 80 años. Existe el doble de hombres que de mujeres con esta afección.
El pronóstico es mejor en aquellos casos en los que la afasia es la única manifestación durante un tiempo prolongado. Actualmente la causa no se conoce.
La o las lesiones que provocan afasia aunque localizadas en el cerebro afectan de hecho al conjunto de la persona. Una secuela frecuente suele ser una parálisis completa de un lado del cuerpo, llamada hemiplejía o una incapacidad relacionada menos grave, la hemiparesia, que consiste en espasmos y debilidad de un lado del cuerpo. Las lesiones pueden causar problemas en las funciones siguientes: habla, pensamiento, atención, memoria, aprendizaje, control emocional y capacidad de toma de decisiones. Asimismo los pacientes pueden tener sensaciones extrañas en los miembros, así como dolor que puede empeorar con el movimiento y el cambio de temperatura, en especial con temperaturas bajas.