Filósofos, antropólogos, biólogos, evolucionistas se preguntan qué hace al ser humano. La lengua es una de las características distintivas para muchos, si bien algunos afirman que compartimos esta facultad con los animales. Yo creo que no. Tienen capacidad simbólica, pueden expresar estados, sentimientos o incluso situaciones: la abeja que informa con su vuelo sobre un precioso botín. Se expresan siempre por un fin primario, de supervivencia. No así la lengua que es en sí misma un fin. Nadie como Lázaro Carreter lo supo decir, en la conferencia inaugural del homenaje a Quevedo el 10 de diciembre de 1980. «Y es que él (Quevedo) halla estímulo en las palabras concretas para que su mente se arroje? y (así) obedecer asociaciones y sugerencias dentro del sistema lingüístico mismo? y a la inversa, que excitado su espíritu por cualquier estímulo? va directamente a un vocablo, a una acuñación en cuya entraña vive potencialmente lo que quiere decir?». 

La lengua es a la vez la materia del pensamiento y el origen de él. Sin embargo, algunos psicolingüistas, como Pinker, creen que pensamos con un sistema de representaciones cuya gramática es más laxa, que permite asociaciones rápidas que él llama el «mentales». Me pregunto si es esa la forma que tienen de pensar los sordomudos. Hay testimonios de algunos, rescatados en el siglo XIX de su silencio con el lenguaje de signos, que explican que habían creado un universo donde visualizaban valores espirituales y conceptos abstractos. Quizá sea la forma que tienen de pensar los animales que en el ser humano se sofisticó y dio lugar a la lengua. O al revés: Somos humanos porque somos lengua. El verbo se hizo carne. 

Los trastornos de la lengua más importantes son las afasias: pérdida de la capacidad de expresar lo que se piensa o de poder entender lo que se dice, incluso lo que uno mismo genera de manera caótica. 

Si España es una nación de naciones, el cerebro es un órgano de órganos. Como tantos otros, éste también es doble, unidas sus partes por un cableado llamado cuerpo calloso. Los órganos cerebrales no tienen una unidad territorial tan clara como los corporales, de todas formas, se pueden identificar áreas en las que reside, o son necesarias, para ciertas funciones. La lengua vive en el hemisferio izquierdo prácticamente en todos los diestros y en un 70% de los zurdos. Hay dos áreas próximas entre sí y a las zonas motoras cuya lesión produce los dos tipos de afasia más comunes. Llevan el nombre de los científicos que las describieron: Broca y Wernicke. Su comportamiento nos ayuda a comprender la complejidad del habla.

Los pacientes que sufren afasia de Broca, parece que pueden pensar, en su cabeza se forman las palabras pero la interfase con el sistema sensoro-motor no funciona bien de manera que las cadenas de palabras que se expresan verbalmente no representan las que se forman en su cabeza o pudieron haberse formado como consecuencia del pensamiento. Dicen cosas inexactas, incomprensibles, con rara prosodia y a veces con mala articulación, de ahí que diga que fracasa el sistema sonoro -que oye el ruido del pensamiento- y el motor -que trasforma en sonidos articulados ese ruido-. El que la gramática -a veces se construyen frases al modo del habla infantil- esté alterada quizá indique que el trastorno afecta a la raíz de la formación de la lengua. La comprensión puede estar bastante conservada, el sujeto quiere expresarse, no puede y el saber que no lo logra es frustrante. Eso unido a que todo su hemicuerpo derecho está paralizado le puede hacer infeliz.

En la otra gran afasia, de Wernicke, ocurre casi lo opuesto: el sujeto habla, construye frases como las que hubiera gustado hacer a un simbolista, exentas de sentido, con neologismos y raras paráfrasis. Se llama sensitiva, en oposición a la otra que se llama motora, porque parece que no entienden lo que se les dice y naturalmente, no se dan cuenta de la jerga en la que se expresan. En este caso lo que creo que está más afectado es el módulo semántico. El mecanismo de la lengua funciona pero se ha perdido la conexión que permite que cobren significado las palabras que entran en la mente desde el exterior. También en la producción de palabras, a partir del pensamiento, se ha roto el vínculo y no hay relación entre el pensamiento y la lengua. 

La pregunta, que me vengo haciendo en esta nota es si la integridad de las áreas lingüísticas es necesaria para pensar y razonar. «El poder divino de la mente puede existir sin el cuerpo», decía Descartes en «Meditaciones». Este dualismo está enraizado en nuestras creencias. Sin embargo, dado que la mente reside en el cuerpo y que las lesiones cerebrales la afectan, los daños cerebrales repercutirán en el pensamiento. E independientemente de si existe el «mentales», las afasias tienen necesariamente que poner en peligro de forma especial la función de pensar.



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